Vivimos en un mundo con una relación de personas tan diversas que, hoy día, es difícil establecer un método único para relacionarse con los demás. Lo que me sirve para socializar con el vecino no es lo mismo que he de usar con mi amiga del primero, porque es autista y requiere de un trato especial. Lo que me sirve con el que me vende el pan no es lo mismo que puedo usar con el vendedor de la ONCE de la esquina, porque es ciego y, le muestre lo que le muestre, no va a poder ver nada de lo que le enseñe.
El mundo evoluciona a un ritmo alarmante, pero ya no solo en tecnología: las personas nacen con necesidades diferentes, y es nuestro deber estar preparados para poder suplirlas y atenderlas en condiciones y como se merecen.
Hoy, vamos a centrarnos en un tema muy importante: la inclusión.
El origen de un idioma NO sexista
Lo primero en lo que me gustaría hacer hincapié, antes de nada, es en que la importancia de la integración no radica en un idioma que ya, de por sí, NO es sexista… sino en la integración de cierto tipo de personas que, diariamente, son rechazadas o desplazadas por tener una condición especial.
El castellano es una preciosa lengua romance que tiene siglos de tradición y de historia a sus espaldas. No nació ayer, su evolución viene dada gracias a una serie de circunstancias orales y habladas que, como se dice, han ido pasando de generación en generación y han ido mutando con el paso del tiempo.
Pongamos, por ejemplo, la evolución del verbo “hablar”. Este verbo proviene del latín, nuestro idioma madre, y se originó en la palabra “fabulare”, que significa “cuento, fábula”. Te voy a contar algo que, es posible, no sepas: las “f” iniciales del latín fueron sustituyéndose, paulatinamente, por la “h” aspirada (la h inglesa) hasta que, a día de hoy, ya es completamente muda. Así pues, sería algo así:
Fabulare > fab’lar(e) > hablar
En la segunda palabra [fab’lar(e)], su evolución es simple: se suprime la “u” en el sistema oral y la “e” final es prácticamente insonora. De este modo, la “f” se transforma en “h” muda, la “u” intermedia desaparece y la “e” final se suprime totalmente.
Tomemos otro ejemplo: ¿serías capaz de decirme a qué palabra castellano ha evolucionado la palabra “Annum”? Es muy intuitivo, ¿verdad?
Annum > annu > anno > año
Por norma general, las palabras que contenían dos “nn” se transformaban en “ñ”. Y, también por normal general, las consonantes finales desaparecían por facilitar la conversación y la “u” final pasó a transformarse en “o”, también por comodidad.
Y aquí es donde quiero llegar. La evolución del idioma se originó gracias a una serie de cambios orales para facilitar la comunicación entre los seres humanos, para hacerla más fluida… no para rechazar a ninguna persona. Estos cambios que han ido transformando nuestro idioma son producto, ni más ni menos, que de una transmisión oral antiquísima y larguísima, donde las personas amoldaban el lenguaje hablado a una pronunciación más ágil… porque lo que importaba en ese momento no era que una palabra terminase en “m” sino que pudieses hablar tranquilamente con esa persona.
Pero, realmente, ¿qué es (y qué debería ser) la inclusión?
Vamos a hacer una diferenciación enorme entre lo que entiende, por norma general, la mayoría de las personas por inclusión y lo que es la verdadera inclusión.
Estoy convencida de que has visto (porque es imposible que haya pasado inadvertido para nadie) esa moda extraña de poner “e” en las conversaciones a todas las palabras para neutralizar el idioma y que no haya palabras femeninas o masculinas. Para estas personas, la inclusión es modificar un idioma que, de por sí, ya tiene el género neutro, para que los que el colectivo LGTBIQ+ (colectivo por el que siento un gran respeto) no se sienta desplazado ni discriminado por los integrantes de cualquier conversación.
Entonces, ¿por qué hay personas se enfadan cuando digo que “Ella está cantando” o que, en su defecto, “Él está cantando”… en lugar de que “Elle está cantando”? Si esa persona es un trans hombre (se siente hombre), entonces, irremediablemente, él está cantando, porque es un hombre. Y, por supuesto, viceversa.
¿Qué es la inclusión en sí? ¿O qué debería ser? Nadie pone en duda que el colectivo LGTBIQ+ es duramente castigado a diario, y que esto no debería seguir ocurriendo en pleno siglo XXI. Yo misma soy amiga de homosexuales, pansexuales, transexuales… y respeto a todas las personas por igual.
A diferencia de para lo que se usa (que es para modificar un idioma que, de por sí, NO es sexista), la inclusión real es (o debería ser) “lograr que todos los individuos o grupos sociales, puedan tener las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como individuos. Independientemente de sus características, condiciones sexuales, habilidades, discapacidad, cultura o necesidades de atención médica”.
La verdadera inclusión
La inclusión empieza en el respeto.
Es decir, la inclusión no consiste en que si tú eres transexual hombre te digan que “eres inteligento”. Recuerda que la palabra neutra “inteligente” hace referencia a ambos sexos por igual, es neutra.
La verdadera inclusión debería ser que ese trans, que se identifica con el nombre “Roberto”, sea llamado por ese nombre por todos sus familiares y amigos, en lugar de por “Estrella”, que es con el nombre con el que nación. Esto es, más que nada, por respeto y por amor, porque se supone que amamos a esta persona lo suficiente como para hacer un pequeño esfuerzo por él. Si él se siente (o es) un hombre y quiere que le llamemos Roberto, por favor, no le digas que es “muy guapa”. Porque, además de una horrorosa falta de respeto, es muy ofensivo.
La verdadera inclusión, la que el mundo necesita con urgencia, debería ser aplicada a todas las personas por igual… como bien dice la definición antes dada arriba, “independientemente de sus características, condiciones sexuales, habilidades, discapacidad, cultura o necesidades de atención médica”.
Hace poco leí un chiste sobre el lenguaje inclusivo actual que me hizo mucha gracia… pero que resume, perfectamente, lo que pretendo explicar.
Una pareja va a un restaurante y se sienta. Cuando el camarero se acerca, comprueba que uno de ellos es un trans y, de inmediato, sonríe y le dicen que en ese restaurante respetan a todes les persones por iguel, que son inclusives.
La mujer sonríe y le dice;
“Disculpe, mi amigo es ciego. ¿Tiene el menú en braille para él?”.
El camarero se sorprende y se disculpa, negando con la cabeza.
“Bueno, yo se lo leo, no se preocupe”, dice ella con una amplia sonrisa. “Y dígame, ¿tenéis entonces acceso para personas con movilidad reducida? Porque se nos va a unir una amiga en silla de ruedas”.
El camarero se disculpa de nuevo y niega con la cabeza, y ella se enfada.
“Entonces, si no tienen posibilidades para ciegos ni para personas con discapacidad, ¿qué clase de restaurante inclusivo sois vosotros?”.
Si compruebas este estudio, realizado por el Instituto Nacional de Estadística, podrás apreciar que el número de personas con alguna discapacidad, sea del tipo que sea, es enorme SOLO en España. Y ahora, si lees esta noticia de El Confidencial, te darás cuenta de que las personas con una condición sexual diferente es más grande de lo que te imaginas en realidad. Y no es que haya más que hace años… es que, simplemente, se han dejado de ocultar, como dice la expresión, en el armario.
Hay quien dice que los homosexuales son una moda… sin tener ni idea de que la homosexualidad ya existía en el imperio romano. De hecho, era un verdadero honor que el general de un ejército se acostase con tu hijo.
¿Cómo tenemos que actuar? Pautas para mejorar la inclusión
-Acepta que la diversidad no es un mito: existe. No pienses que lo normal es la regla. Si miras a tu alrededor, vas a comprobar que lo “normal” no existe. Hay personas autistas, con TDAH, con discapacidad motora, con movilidad reducida, transexuales… Existe un amplio repertorio de personas y personalidades diferentes… y todas ellas están bien. Nadie ha nacido mal, ni es un error. Si todos fuésemos iguales, sería todo muy monótono. ¡La belleza está en lo diferente! Además, ¿qué te hace mejor persona que un homosexual? ¿O que un asperger? La diversidad es maravillosa… y nos hace únicos, diferentes y especiales.
-Es importante que los nuevos docentes estén preparados a las nuevas necesidades. Porque la diversidad no solo existe entre los adultos, sino entre los niños. Desde Preparador Audición y Lenguaje nos explican que, si enseñamos a la siguiente generación de profesores a cómo educar y diferenciar las diferentes necesidades educativas (además de cómo afrontar la integración educativa), estas diferencias sociales cada vez serán más pequeñas hasta que, paulatinamente, empiecen a desaparecer. En su web podemos encontrar este supuesto práctico resuelto de Audición y Lenguaje para hacer nos una idea de los conocimientos necesarios que hay que tener para responder algo similar.
-Recuerda: la inclusión es trabajo de todos… y empieza en casa. No tienes que esperar a que el profesor de tu hijo le enseñe a respetar a ese niño ciego, a esa niña asperger o a ese chico amanerado que parece homosexual. Si tu hijo ve cómo tu desprecias a otro adulto por ser diferente, aprenderá a hacer lo mismo con chicos de su misma edad (o, incluso, que les superen en edad). Los chicos son esponjas, hacen lo que ven… por lo que, recuerda: la educación ha de empezar en casa.