“Si el cielo de Castilla es alto es porque lo habrán levantado los campesinos de tanto mirarlo”. Esta frase del genial escritor vallisoletano Miguel Delibes, la tengo grabada a fuego en mi mente. Es la que mejor define la forma de ser y de actuar de los castellanos. Por eso, hoy os quiero contar como di la vuelta del revés a mi vida, un giro de 180 grados, y de repente me fui a vivir a un pueblo.
La famosa frase de “lo dejo todo y me voy a vivir al pueblo”, pues yo la hice. AL contrario de mucha gente que lo dice, pero no lo hace. Y es que es duro hacerlo, fácil decirlo. Todos asociamos vivir en el mundo rural a hacerlo en contacto con la naturaleza, dar paseos y disfrutar de las fiestas patronales. Vale. Eso es cierto, pero qué ocurre con las 50 semanas diferentes del año. ¿Qué pasa con los duros y crudos inviernos? ¿Qué ocurre cuando tenemos un problema médico y el hospital más cercano está a 50 kilómetros? ¿Qué pasa cuando tenemos hijos y no podemos escolarizarlo porque no hay colegio? ¿Qué pasa cuando queremos hacer una videollamada y no tenemos línea ADLS para conectarnos? Pues eso es vivir en un pueblo de Castilla.
En mi caso vivo en Matapozuelos. Allí es donde nacieron mis padres y donde heredé una pequeña casa de mi abuela. Se la compré al resto de mis hermanos y allí comencé mi nueva vida. Está claro que las casas, y los proyectos, se comienzan a construir por los cimientos, y lo último es el tejado. Pues bien, yo los cimientos de mi casa los tenía, pero lo que no tenía era el tejado. Así que tuve que hablar con Cubiertas Estévez para que me hicieran un presupuesto para reformar el tejado. Ahí comenzaba mi vida en el pueblo.
Como suele pasar, la mayoría de las rehabilitaciones requieren mantener una estética acorde con el entorno que les rodea. También puede ser exigible el respetar la imagen tradicional del edificio, como en los edificios históricos. De esta forma, al estar en el centro del pueblo tuve que mantener la estética del resto de las casas, que es igual que la del Ayuntamiento. El sistema de construcción de tejados y cubiertas más antiguo y extendido del mundo ha utilizado siempre la madera como base de su construcción. Y así es como lo hice yo.
Así es Matapozuelos
A Matapozuelos la denominan la villa gastronómica, porque cuenta con un montón de bares y restaurantes. Pero si con algo me quedo, aunque suene a tópico, es con sus gentes. Son castellanos típicos, a los que cuesta conocer pero cuando lo haces ya son amigos para toda la vida. Mi momento favorito es el de ir a tomar el vino. Sábados y domingos, claro, porque de lunes a viernes hay muy poca gente, y la que hay, como es lógico, tiene que trabajar. Es el momento perfecto para arreglar el mundo, y, por supuesto, para recordar tiempos pasados.
La joya de la corona es su iglesia: Santa María Magdalena. Una iglesia católica que representa uno de los más importantes ejemplos de la arquitectura quinientista de la provincia de Valladolid. Domina el casco urbano de esta localidad de la Tierra de Pinares castellana con su prominente torre, conocida popularmente en la localidad como «La Giralda de Castilla». Sí, como lo oyes, y es algo de lo que estamos muy orgullosos. Alberga en su interior una de las más importantes muestras del gótico tardío de la provincia en la bóveda que cubre el presbiterio, conservando asimismo una gran riqueza escultórica y pictórica en sus retablos. Por ello, recibió la catalogación de Bien de Interés Cultural en 1998.
Los paseos por Matapozuelos son la mejor medicina en época de pandemia. Puedes recorrer el pueblo de norte a sur, si cruzarte con nadie pero respirando aire puro. Y sí, después de hacer todo esto es el momento de llenar la barriga. Y lo podemos hacer con uno de los platos más típicos de la zona, el pincho de lechazo. Ojo, mucho cuidado porque es adictivo. El que prueba, repite. Y así es como me he convertido en el mejor embajador de mi pueblo. Atrás quedan años de vivir en la ciudad, de estar estresado y de pensar que mi trabajo era un 24/7.
Por último, y como no puede ser de otra manera, me despido como empecé. Con una cita de Delibes: “Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo”. Por favor, no dejemos que los pueblos se queden sin voz.